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Por Juan Rincón Vanegas / Juanrinconv@hotmail.com. Yo estoy dispuesto a brindarte / mi vida y mi corazón / y eso para demostrarte / lo que te quiero por Dios.
Foto interior: Juancho Rois, Jenny Dereix y su hijo Juancho, recién nacido (1995)
La vida de Juancho Roís se apagó el lunes 21 de noviembre de 1994 dejando una estela de dolor, un amor en plena efervescencia y con un fruto en gestación. Ese bello fruto nació el sábado seis de mayo de 1995, lleva por nombre Juan Humberto Roís Dereix y cuenta con 13 años.
Por primera vez Juancho, accede a dar una entrevista para hablar de su papá, el insigne acordeonero al que no conoció. Comienza diciendo que su mamá Jenny Cecilia Dereix Guerra, le cuenta que su papá fue un hombre noble, bueno, amoroso, un excelente acordeonero y que le hizo una bonita canción. Guarda silencio y de repente sorprende con la declaración que no esperaba. “Yo tenía derecho a conocer a mi papá, nadie sabe el vacío con que he crecido”. Y recalca que “según me cuenta mi mamá, mi papá estuviera orgulloso de mí porque desde el día que supo que ella estaba embarazada se volvió loco y dijo que quisiera que yo fuera acordeonero o futbolista”. Jenny corrobora esas palabras diciendo que en el apartamento había acordeones y Juancho le compró un balón al hijo que venía en camino.
Juancho, le gusta que lo llamen así, cursa séptimo grado en una institución educativa de Montería, y dice que le gustaría aprender a tocar acordeón, pero por hobby, porque quiere ser administrador de empresas o ganadero.
Sigue hablando de su papá y cuenta que “Me siento muy feliz y orgulloso de mi papá. Tengo sus fotos, veo sus videos y pienso que fue un hombre alegre porque aparece siempre sonriendo. Una vez fui a saludar a Diomedes Díaz y me contó que extrañaba mucho a mi papá, dígame ahora a mi que no lo conocí”. No había lugar a más preguntas porque el recuerdo lo puso triste y con la voz entrecortada.
Con el paso de los años el niño Juancho Roís Dereix ha sentido la ausencia de su padre. Buscó refugio en su abuelo materno y hace tres años falleció y luego lo hizo con el primo y mejor amigo de su papá, Sandro Zuchini, quien hace poco tiempo también partió para la eternidad.
“Al niño, ahora que lo comprende todo le ha dado muy duro la ausencia de su papá, aunque tiene el cariño de toda la familia. A pesar de la edad que tiene le ha tocado ver la muerte desde cerca porque los seres queridos, esas figuras masculinas a los que se apegó, las perdió”.
Ante esta realidad y ante las crisis emocionales que ha sufrido el niño su mamá Jenny ha buscado ayuda sicológica, además de brindarle mucho amor y estar a su lado el mayor tiempo posible. El niño ha ido superando ese estado.
Más adelante la toman los recuerdos y dice “El niño desde siempre ha sido muy apegado a su familia. Juancho, su papá, cuando supo que estaba esperando un hijo me sobaba la barriga y le decía “Mi mochito”. Esos fueron momentos bellos de la vida, pero ahora ese niño ha crecido y vea que tiene muchas cosas de su papá. Por ejemplo a Juancho le gustaba que le rascaran la espalda, incluso pagaba y al niño todas las noches hay que rascarle la espalda. Mira que aunque no conoció a su papá hay cosas que las lleva en la sangre. Mi hijo es mucho de su papá”.
Juancho tiene muchas ilusiones en la vida, quiere ser un reconocido administrador de empresas o ganadero, aunque su mamá deja eso en manos de Dios. “El niño está empecinado en ser ganadero, y de los buenos, y pensar que Juancho decía que el monte era para las vacas”.
El recuerdo vivo
El amor nació de una mirada de Juancho a Jenny en una caseta de Montelibano, Córdoba, y que con el paso de los días se afianzó a pesar de algunos tropiezos. En medio de esos avatares del sentimiento y ante la oposición de los padres de su amada, Juancho no encontró otra salida que decirle en un canto que no entendía, que su amor era más grande que las fuerzas de Sansón y que estaba dispuesto a entregarlo todo para llevarla al altar. Sus razones las enmarcó en un titulo. ‘Por qué razón’ y le colgó unos versos donde hablaba su corazón.
Jenny estudiaba ingeniería en Bogotá y hasta allá llegaron las muestras de amor de Juancho Roís. Un amor tan inmenso que era capaz de colmar de detalles a su amada. De esa lista hicieron parte flores, serenatas, dulces, tarjetas, muñecos y “hasta un perro que me gustó en un parque. No sé como hizo, pero me lo consiguió de la misma raza”.
La canción y las palabras sinceras del acordeonero lograron su afecto y con el viento a favor se casaron felices y con la bendición de todos el domingo 16 de octubre de 1994. En la iglesia San Pablo Apóstol de Montería fue el lugar donde Juancho y Jenny se juraron amor eterno, pero el destino los separó a los 36 días.
A Jenny se le derrumbó la vida, especialmente las ilusiones que comenzaba a construir con su Juancho. No entendía como un ser bueno, noble y amoroso la dejaba sola y con un hijo en sus entrañas.
14 años después de su despedida, muy lejos de ella, lo retrata por sus detalles, por su cariño desbordante y por tenerla como el centro de todo.
“De Juancho tengo los mejores recuerdos. Su alegría, su espontaneidad, su nobleza, el cariño hacía sus amigos y todos los que lo rodeaban. Juancho fue de esos hombres que dejó huella en el mundo, especialmente en la música vallenata donde se convirtió en ídolo, un ídolo inolvidable que tiene su principal seguidor en su hijo Juancho”.
Juancho Roís Zuñiga partió dejando regados miles de recuerdos por la vida que transitó durante casi 36 años. A su mamá Dalia le regaló el más grande amor de hijo, a Jenny a Juancho, a Diomedes la Virgen del Carmen y a sus seguidores y amigos sus notas que hoy y siempre sonaran sin descanso porque con el acordeón era ‘El fuete’.
Hace 14 años el folclor vallenato se tiñó de luto por la muerte de tres baluartes: Juancho Roís, Rangel ‘El Maño’ Torres y Eudes Granados, quienes murieron en un accidente aéreo en Venezuela. Sus familiares y amigos asistirán a una misa y recordaran a esos hombres que murieron, pero nos dejaron su ejemplo, sus enseñanzas, sus anécdotas y un dolor profundo en el alma.