«Toqué la puerta y me abrieron»: Nafer Durán


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Por Juan Rincón Vanegas. La mañana silenciosa de la mole de cemento del Parque de la Leyenda  ‘Consuelo Araujonoguera’ fue interrumpida por la voz de un hombre de ébano que se ha ganado la vida tocando acordeón, un instrumento que cuando lo arrulla en su pecho parece un juguete, pero al que le ha sacado las mejores notas, incluso en tono menor para decirle a una bella mujer con todo el sentimiento de su alma: «Sin ti no puedo estar mi corazón se desespera, no lo dejes sufrir más porque le duele y se queja. Toda la culpa la tienes tú si lo dejas que se muera».

En esta ocasión ese sufrimiento no era de amor. «A mi edad no estoy  para esos trotes del corazón», confesó. Era una calamidad doméstica, como la llamó; o una angustia económica de las que a nadie nunca le faltan. Llegó a pedir una ayuda para solucionar un impasse de esos que no dan espera. Sin mucha demora dibujó con palabras su situación y antes de terminar ese cuadro de frases sinceras, recibió el visto 
bueno y una sonrisa se le asomó en medio de su cara triste.

«Es la primera vez que toco la puerta de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata y sin demora me la abren y mis palabras se quedan  cortas para agradecerles. Yo he sido de la casa Molina desde Consuelo 
Araujo, don Hernando Molina, hasta llegar a sus hijos que han seguido la línea de bondad y servicio».
En ese preciso momento su mirada la fijó en un pedazo de la Sierra  Nevada que la tenía al frente y continuó musitando palabras de  agradecimiento porque con ese gesto lo ponían fuera de peligro del 
problema que lo perseguía sin cesar.

Todos guardaron silencio respetando las palabras del Rey Vallenato,  Nafer Durán Díaz, quien para volver a matar el silencio pidió que le  prestaran un acordeón. Quería agradecer no solamente con palabras sino tocando y cantando  como lo ha hecho siempre. Y en un santiamén aparecieron dos acordeones. Probó la primera que cayó en sus manos y enseguida  inspirado se paseó por sus mejores páginas musicales. Hacía paradas  para echar el cuento de sus obras. A los presentes los remontó a esos tiempos idos de: ‘Déjala vení’, ‘Mi patria chica’, ‘La flor del  melón’, ‘Clavelito’, ‘El estanquillo’, ‘Ariguaní’ y ‘La chimichagüera’. Incluso una cumbia dedicada al fallecido compositor  José Benito Barros.

Al hijo de Nafer Donato Durán y Juana Díaz, le había cambiado el semblante. Estaba feliz contando sus historias que son ricas en notas de acordeón, en episodios cargados de amores, la mayoría pasados por 
el pentagrama de su corazón y de tristezas a las que no les ha cantado porque su alma no le dio permiso porque estaba llorando de angustia.

La tertulia

Después de tocar el acordeón lo puso a un lado e hizo un rápido repaso por su vida llena de vivencias. Contó que con varias mujeres había tenido 22 hijos. Abre más de la cuenta sus ojos y lo reafirma: «Fueron 
22 de carne y hueso, algunos ya fallecidos».

Entonces hace una clara explicación sobre su prolífica prole. «Esos eran otros tiempos donde todo abundaba. Hasta mi casa me llevaban toda clase de comida y no se pasaba nunca trabajo. No había televisión». 

Suelta una carcajada que se escucha hasta en su tierra El Paso, Cesar. Enseguida entrega una frase contundente. «En esos tiempos ser fiel era casi un milagro, aunque se hiciera a escondidas». Continúo con su disertación sobre los faenas del amor en distintos campos y de las jornadas de tragos hasta llegar a momentos de efervescencia y calor para de esta manera declarar a voz en cuello: «está tocando es un 
hombre».

No faltó el recuerdo de su hermano Alejo, para quien tuvo lo más altos elogios por su carisma y estilo propio para tocar el acordeón. «Alejo fue único. Alejo fue Alejo y quedó inscrito en las páginas gloriosas de la música vallenata no solamente por ser el primer Rey Vallenato, sino porque tenía una personalidad extraordinaria. Se le jugaba con lo suyo. Una vez compuso una canción que yo consideré como 
muy fea. Se lo dije y me respondió que esa canción a alguien le iba a gustar». Siguió hablando y contando historias que tienen diversos  capítulos, todos enmarcados dentro de los cánones del verdadero 
vallenato, ese vallenato que aprendió a tocar antes que a conocer las vocales.

Nafer Durán hace una parada en su conversación y se regresa a la actualidad para advertir que es una persona de una sola pieza. «No tengo quejas de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata y por eso nunca podrán decir que Nafer Durán tuvo una mala palabra contra los organizadores del Festival Vallenato. Nunca me ha ido mal y no tengo porque expresar cosas que no me constan. Y tampoco permito 
que nadie ponga en mi boca palabras que son contrarias a mi pensamiento. Si hay una persona agradecida soy yo y estoy a la orden para lo que me requieran a favor de nuestra música vallenata».

Las puertas de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata se le abrieron de par en par a Naferito Durán y por eso al despedirse le dio un fuerte abrazo a Rodolfo Molina Araujo, quien tuvo la bondad de 
escucharlo y brindarle la inmediata solución que estaba buscando.

Al oído le dijo varias cosas y luego en voz alta expresó: «Hijo de su mamá tenía que ser».

Por: Juan Rincón Vanegas

juanrinconv@hotmail.com 

Foto: Adelmo Díaz

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