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Por: Javier Fernández Maestre
No encontraba como iniciar este escrito, porque mi Mamá (abuela paterna), nos enseñó a todos los nietos, hijos de Lucho, su segundo hijo, a que teníamos que llamarla Mamá. Y la verdad que era muy merecido; nos vio nacer, nos ayudó a levantar, ella lo fue todo para nosotros, en compañía de Mamaíta (nuestra Mamá).
Así aprendimos a decirle todos. Aunque en muchas situaciones nos resultaba difícil presentarla a las dos al tiempo, mi Mamá y Mamaíta, ambas sentían un derecho hacia nosotros que manejaban un celo merecido.
Yo muchas veces sentía pena con mis hermanos ( Luis Fabián, Adalina, María Cristina y Yira Paola ), porque ella no sabia disimular su preferencia hacia mi; las mejores presas para mi, el mejor pastel para mi; un derecho que me gane, por que supe al igual que todos demostrarle el amor y el respeto que se merecía.
A mi me tocó desde niño venirme con ella para Valledupar; tuve que dejar a mi pueblo natal, porque las circunstancias así lo exigían. Tenía que venir a acompañar a mi Mamá, que se vino desde Manaure (Cesar), buscando mejores horizontes para su negocio, ya que las cosas en el pueblo no marchaban bien. Mi Papá, Mamaíta y mis hermanos se quedaron en Manaure; y yo le acompañaba en su lucha. De niño fui fiel testigo de su trabajo, como modista y comerciante.
Yo estudiaba en el Ateneo El Rosario la primaria, era el colegio de los ricos en esa época y ella con esfuerzo lo primero que hacia era pagarme la pensión; luego salía de clases me iba detrás de un mostrador a ayudarle a mi Mamá, porque ella se dedicaba a cocerle los mejores vestidos, a la clientela que ya había conseguido en el barrio Simón Bolívar.
Ahí con ella permanentemente aprendí muchos valores de la vida: la responsabilidad, la seriedad, la lucha, y el amor a lo que uno quiere ser. Mi vieja disfrutaba cada vestido que hacia, lo vivía; presencié muchas veces, cuando le tocaba amanecer cociendo para poder cumplir, tenia ante todo palabra, jamás quedaba mal.
Terminé mi primaria en El Ateneo, cuando iba al bachillerato me le ausenté dos años, porque quería estar en Manaure con mis padres y mis hermanos, y fueron dos años en los que ella sufrió mucho, por que yo le hacía falta, para todo: acompañarla, comprarle las calillas, y tenia que salir en bicicleta a buscarla al sector comercial por que solo fumaba de una marca “Picasso”.
Luego me vine nuevamente a estar con ella y estudié en el Loperena, donde culminé mi bachillerato, ya para esa época las cosas con su negocio se fueron complicando. Le tocó mal vender su casa, que con tanto esfuerzo había conseguido; fue de las fundadoras del barrio Simón Bolívar. Al vender la casa y el negocio, tuvo que refugiarse en Barranquilla, donde mis hermanas Adalina y María Cristina que estaban estudiando allá en la Universidad.
Su ida a Barranquilla obedeció a que debía mucha plata al interés y ya aquí no podía con esas “culebras”. En Barranquilla se dedicó a trabajar en lo que mejor sabía, modista; en poco tiempo se hizo a una gran clientela, allá duró varios años trabajando, y ahorrando para poder pagar las deudas que dejo. Efectivamente lo hizo, pago sus deudas y se vino.
Aún hasta los 85 años de edad, cocía; yo le mandé a elaborar un letrero que lucía orgullosamente “MODISTERIA LA NIÑA MARY”; era una vieja muy valiente, seria, alegre, bailadora, no se perdía un carnaval de Barranquilla o un desfile de Piloneras, luchadora, responsable y de carácter fuerte. Tan fuerte era que luchó con la muerte, no quería morir, pero los años la vencieron. Murió en su ley, cuando ella quiso.
Adoraba al ‘Negrito’ Osorio, y el al saber de su gravedad en la clínica la visitó, le oro, y murió en paz; el fue quien me avisó de su fallecimiento. Tuve la dicha de nacer el mismo día de ella, 11 de mayo, solo me pedía un regalo para ese día, que le llevara al ‘Negrito’ Osorio.
Mamá, mi vieja, Niña Mary o María Del Rosario como le llamaba últimamente, porque solo hasta hace poco supe, su segundo nombre, ella misma lo reveló; María Fernández, siempre te vamos a recordar, con amor, con cariño, pero sobre todo por ese esfuerzo tan grande que hiciste al lado de Mamaíta y mi Papa, de sacarnos adelante, y lo lograste; hoy en el cielo debes estar feliz porque dejaste a una familia que te adora y siempre te recordaremos Abuela, perdón Mama, por que tu no permitías que te llamáramos Abuela.
Hoy pude sentir el dolor de perder a un ser querido, te me fuiste y hoy a nosotros nos toca continuar con esa lucha de la vida, a mí como Locutor: te amaré toda mi vida abuela…..perdón Mamá. A tí Dios mío, gracias por habérnosla prestado tanto tiempo…94 años.
Le cumplimos su ultima voluntad, que la sepultaramos en Manaure, y que estuviera su adiós acompañado de Mariachis.