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El rey absoluto de la nueva generación del vallenato y máximo líder del movimiento silvestrista, en un cara a cara exclusivo con Shock. Lo suyo no es música, es una religión.
Este mes, ¡Shock celebra el Bicentenario!
Miles de fanáticos vestidos de rojo, incluso antichavistas que lo siguen en el país vecino, aclaman a este hijo de Urumita (La Guajira) como si fuera el máximo jefe de una nueva fuerza política. El suyo es de lejos el movimiento de seguidores más grande de Colombia, el único que llena estadio tras estadio para ovacionar a su líder, el nuevo profeta de la parranda, cada vez que este hace el llamado desde la cima de la montaña como si fuera el Rey León.
Cincuenta mil copias vendidas pocos días después del lanzamiento de su más reciente disco, ‘Cantinero’, y uno de los shows mejor pagos en Colombia (se dice que ronda los 50 millones de pesos), certifican que él es, sin duda, uno de los pocos rockstars de este país. Haciendo vallenato, pero rockstar al fin y al cabo. Miembro fundador de la que conocemos como la nueva generación del vallenato, compadre de Kaleth Morales y uno de los responsables de que el género tenga nuevos adeptos (especialmente entre un público que por mucho tiempo renegó de él), Silvestre Dangond se ha proclamado, en el difícil campo de la música colombiana, como el nuevo amo y señor.
¿Por qué se visten de rojo los silvestristas?
No es un color que yo haya escogido. Me tocó usarlo en un mano a mano que hicimos con otros vallenateros. Hoy me siento a gusto de habérmelo apropiado porque el rojo significa pasión, tiene una vibra especial y con él puesto resulta imposible pasar desapercibido.
¿Usted sí cree que más allá de la parranda, el vallenato que canta Silvestre le está aportando algo a la gente que lo sigue?
Hemos hecho que muchas cosas cambien. La primera de ellas es que logramos que gente a la que no le gustaba el vallenato se acercara a él. Me siento satisfecho cuando me encuentro con personas que me dicen: “A mí me gusta el vallenato desde que escuché su música”. Todo lo que me está pasando tiene un fin. Si estoy aquí es para dar un mensaje. El vallenato como género siempre ha sido de borrachos, de peleas, pero yo tengo que mostrarle a la sociedad que puedo ser un ejemplo a seguir.
A usted no le gusta hablar de “nueva ola” del vallenato, sino de “nueva generación”
La nueva generación ha cambiado totalmente esa imagen que se tenía del vallenato, que le llegaba únicamente a cierto público. Tan es así que hoy medios como Shock nos tienen en el radar, nos invitan a tocar en una entrega de premios, y sonamos en emisoras que antes no… Sin embargo, hay algo que yo no quisiera cambiar nunca, y es mi esencia. Mi naturaleza como guajiro. Esa esencia de pueblo que se refleja en la alegría, en la espontaneidad, en la sinceridad cuando me montó en una tarima. Lo criollo que no quiero perder nunca por más fama y millones que me lleguen. Hago las cosas de corazón y soy muy expresivo. No quisiera volverme un robot de esta industria.
¿Cuáles son sus aspiraciones más personales?
Muchos quieren internacionalizar el vallenato. Sueñan con grandes hoteles y con viajar a lugares lejanos. Mientras ellos piensan así, yo lo que quiero es primero ser grande en mi país. Admiro mucho, por ejemplo, lo que hizo Vicente Fernández con su carrera. Después de convertirse en un gran ídolo en México, salió a conquistar el mundo. Eso es lo que yo quiero. Miren al Joe, o a Diomedes. Más grandes para dónde.
Muchos coincidimos en que usted en tarima es todo un rockstar. ¿Qué puede decir que tiene de rockero aun cuando hace vallenato?
Los rockeros son agrestes. No hay ningún tipo de timidez en ellos. El rock es ácido, y en cierto modo así es Silvestre Dangond. A veces soy rudo, hasta en la forma de llegarle a la gente con mi música. Los rockeros son bulleros, llamativos. Nunca pasan desapercibidos. Así soy yo.
¿Creció escuchando a algún artista anglo?
Ninguno. No sé inglés y yo música que no entiendo no la escucho. Compro muchos dvd en inglés. Madonna, por ejemplo, pero lo hago más que todo para ver la puesta en escena. Sueño con eso. Quiero que mis conciertos sean verdaderos espectáculos. Tal vez no necesite cincuenta bailarines en tarima, una sinfónica, una papayera, o unos mariachis porque con mi banda estamos bien, pero sí las luces, las tarimas y las pantallas para que todo se vea mucho más espectacular.
‘Me gusta, me gusta’ es un hit difícilmente superable, ¿tiene ‘Cantinero’ una canción por el estilo?
Para este nuevo disco, canciones como ‘Me gusta, me gusta’ me llegaron muchas. Pero no quise quedarme con la fórmula. Estoy muy joven. Tengo 30 años y si no aprovecho en este momento el talento y las posibilidades de experimentar que tengo, me voy a estancar. No quise cortarme las alas así que me arriesgué sin temores y acepté canciones de compositores que nadie grababa hace mucho. En pocos días ya habíamos vendido 50 mil discos.
Muchos de sus seguidores no tienen el dinero para comprar un disco original, ¿qué piensa de que la gente comparta su música sin pagar por ella?
Hay seguidores muy humildes a quienes no les puedo exigir que dejen de llevar la comida a sus casas por comprar un disco original. Pero mi lema es que aquel que sí tiene los treinta mil pesos en el bolsillo, ese que los tiene y además le sobran, no puede comprarlo pirata porque muchos que no tienen con qué, ahorran hasta el último centavo porque quieren al artista. Entonces ¿a qué jugamos? Pero sí prefiero que alguien se dedique a vender discos piratas en lugar de andar atracando y quitándole la vida a alguien por un celular. Y sí, puede que eso sea contraproducente para nosotros porque están robándose regalías y están cometiendo un delito, pero en últimas los piratas, sin querer queriendo, nos ponen a sonar.
¿Qué piensa usted de la nueva generación vallenatera?
Que muchos están haciendo música sin sentimiento porque piensan sólo en el negocio. Se dejan llevar por lo que está sonando para pegar. Y seguir la fórmula se vuelve un problema cuando dejas de hacer música con el corazón para hacer música comercial. Se vuelve todo de plástico y nadie tiene su propio estilo. Admiro mucho en los viejos compositores como Rafael Escalona, Gustavo Gutiérrez o Leandro Díaz que cada uno de ellos tenía su sello personal. Los compositores de hoy trabajan con fórmulas y sí, es cierto, todos nos lucramos de eso, pero hay que buscar un equilibrio. Silvestre Dangond graba lo comercial y lo autóctono. Graba para el público y graba para él.
El vallenato es música espontánea, orgánica. Hasta podría decirse que improvisada y desordenada. Y el día que deje de ser así, dejará de ser vallenato. Nosotros no podemos cantar con partituras. Eso, para nosotros, sería como un insulto. Si yo me equivoco la gente tolera la equivocación. Los vallenateros ensayamos en vivo. Y somos unos verracos porque las cosas que a veces improvisamos en la tarima se nos van quedando grabadas en el disco duro y luego somos capaces de repetirlas.
¿Cuál es el sitio más recóndito en el que ha cantado?
Puedo decir que Leticia, Amazonas. Hablo de ese lugar porque siendo Colombia, me sentí extraño.
¿Qué significado puede tener el Festival Vallenato para los jóvenes?
Hay una historia interesante qué escuchar sobre Valledupar, el río Guatapurí, la Casa del Artista, la Plaza Alfonso lópez. Y también hay una competencia que merece la pena ser vista. Allá se vive la verdadera parranda vallenata de caja, guacharaca y acordeón. Hay gente que va y duerme dos o tres horas. Se levanta a desayunar con Old Parr y sigue la fiesta. El Festival es una sola bebeta pero detrás hay una gran historia.
Hablemos del nuevo disco
‘Cantinero’ es un álbum que trae vallenato para todos los gustos. Hay letras de despecho, de conquista, de parranda… Yo recomiendo cuatro canciones para arrancar: ‘Gracias’, ‘La tartamuda’, ‘Habla con ella’ y ‘Cantinero’. ‘Y Muchachita bonita’, que es la única composición mía que trae el álbum.
¿Cuántas veces ha llegado a tocar en un día?
Cinco shows en un sólo día es lo máximo que hemos tocado. Hacemos unas 280 fechas al año, pero un diciembre hemos alcanzado a tener hasta 40 presentaciones.
¿Cuánto cobró por su primer show pago?
800 mil pesos y fue un concierto para el matrimonio de un amigo. ç
FUENTE: REVISTA SHOCK.COM.CO