‘La candela viva’, el gran éxito vallenato en los Carnavales de Barranquilla

 

Por Juan Rincón Vanegas

Fuego, fuego, fuego,

la candela viva.

Que allá viene la candela,

la candela viva.

Que ya viene por el higuerón,

la candela viva.

Que yo ví que me llevaba,

la candela viva.

Que yo ví que me enterraba,

la candela viva.

Fuego ya que me quemo,

la candela viva.

Que se quema Chimichagua,

la candela viva

 

Ahora cuando la canción ‘La candela viva’ de la autoría de Heriberto Pretel Medina, es considerada el éxito vallenato del Carnaval de Barranquilla aparecen los recuerdos vivos de ese hombre que murió en el olvido el domingo 14 de agosto  de 1988.

El mismo que en los últimos años de su vida vivió entre el corregimiento de Plata Perdida y Chimichagua y se la pasaba recordando el ayer a través de los sonidos de tamboras y tambores. De igual manera hablando de sus canciones  como: ‘La perra’, ‘Mi compadre se cayó’, ‘La palomita’, ‘La pava echá’, ‘Dime por quién lloras’ y ‘Vuela pajarito’, entre otras, y de todas esas proezas que con el paso del tiempo lo convirtieron en un auténtico juglar y que hoy tiene bailando a todo un país gracias a Sonia Bazanta Vides, Totó ‘La Momposina’ y Jorge Celedón.

Con el profesor Hernán Martínez Arguelles, solía ir a la casa donde vivía el juglar, ubicada en la calle de Las Palmas y ante nuestra presencia se alegraba de que fuéramos cómplices de sus relatos donde las mujeres con sus polleras bailaban irremediablemente en su memoria y eso le hacía brillar los ojos. También para que nos diéramos cuenta que sus canciones bajaban directo de su cerebro al pentagrama de su corazón.

Esos tiempos de la Chimichagua del ayer donde las historias tenían varios capítulos que se escribían con el lapicero del alma, que se alumbraban con velas y mechones, que giraban alrededor de una vieja tambora y unas voces gastadas por el paso de los años.

Entre relato y relato, donde el tiempo pasaba sin darnos cuenta, al viejo Heriberto Pretel le gustaba comer panela que le ponían en un plato de peltre. “Eso da fuerzas y levanta el ánimo”, era su comentario.

Una de esas tardes de visitas y donde como siempre se daba a la tarea de repetir historias de su vida, y muchas veces le añadía un nuevo recuerdo, pidió escuchar a un gran cantador de tambora, Reinaldo Ruidiaz.

La misión no fue difícil porque ‘Rey’, como era conocido el cantador, vivía cerca y accedió de inmediato. Solo pidió un pedazo de panela para afinar su garganta y hágale a capela con la canción: ’Puya puyará’ y hasta nos tocó hacerle el coro.

 

Muchachas bailen la puya

Puya, puyará (Bis)

Que la puya está sabrosa

Puya, puyará

La puya, es saramulla

Puya, puyará

Puya, puya, candelosa

Puya, puyará

Es la puya que murmulla

Puya, puyará

Es la puya candelosa

Puya, puyará.

 

Frecuentemente en la escena también aparecían Julia Pretel, hija del maestro, quien le cantaba sus canciones y María Catalina Peñaloza, conocida en la región como ‘La mirla del Cesar’. Ambas se encargaban de alegrarle la vida al viejo que hizo posible que los cantos de tambora tuvieran gran repercusión en esa zona del Magdalena Grande, y también fue el encargado de cotizar en alto grado la fe a la Virgen de la Pastorita, cuya fiesta organizaba cada 15 de agosto.

Todos esos sucesos folclóricos se daban a conocer en aquel entonces en la naciente estación radial ‘La Voz del Higuerón’ donde se tenía el programa ‘Popurrí Cultural’, el alma de un pueblo que se deleitaba con esos cantos nacidos de las faenas artesanales, agrícolas, ganaderas y pesqueras.

El profesor Hernán Martínez, todavía conserva en cuadernos, libros y casete, las historias de esos acontecimientos donde un canto y una danza eran la materia prima que daban el máximo aliento a personajes como Heriberto Pretel Medina, quien cultivó folclor para que hoy esos frutos se recojan en grandes cantidades en los Carnavales de Barranquilla, evento declarado por la UNESCO como Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad.

 

La invitación

 

Ante el éxito total de la canción ‘La candela viva’ que compusiera Heriberto Pretel Medina, en el año 1923, le hago la más cordial invitación a Totó ‘La Momposina’ y a Jorge Celedón, para que visiten a Chimichagua y reciban un reconocimiento de la administración municipal que preside Javier Martínez, de los directivos de los Festivales de Danzas y Tamboras y Tierra de La Piragua, y del pueblo en general, por exaltar nuestro querido folclor y además le lleven una ofrenda floral a la tumba del célebre compositor.

Ese mismo que le puso letra y música a un incendio de varias casas y que Totó y Jorgito, retomaron para darle honra y gloria al folclor de una tierra donde los abuelos con su sabiduría natural nos contaron que hace tiempo navegaba por el Cesar una piragua que partía de El Banco, viejo puerto, a las playas de amor en Chimichagua.

 

FRASE PARA DESTACAR.

En los últimos años de su vida, el viejo juglar vivió entre el corregimiento de Plata Perdida y Chimichagua y se la pasaba recordando el ayer a través de los sonidos de tamboras y tambores y también hablando de sus hoy célebres canciones, caso ‘La candela viva’.

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